Me hundí en la profunda Amazonia, para que en vano el Chaman me responda.
Consulté a una brujita buena en Córdoba que leía la borra del fernet.
Intentó esbozar una respuesta el más versado alquimista sajón.
A través de la ardua aritmética e infinita álgebra, tampoco lo supieron los matemáticos que cuentan las arenas de medio oriente.
La pregunta. Mi pregunta, no podía ser descifrada por los que corren las cortinas de los grandes misterios del insondable Ser.
Hasta que al fin, en una suave toldería en las afueras de mi pueblo, una anciana con el rostro surcado por el tiempo leyó mi mano y las sendas que transitan pasado, presente y futuro.
Me dijo la Viejita en palabras que se confunden con el viento, que cada una de las lineas de mi mano tienen un solo rumbo. Todas, sin excepción, llegan al corazón y desde allí parten en ansioso y alegre galope hasta un punto de la mística Meseta Patagónica.
Pues allí está el Amor, la razón de tu existencia, dijo la anciana.
Calaverita Mateos
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