2 abr 2011
31 mar 2011
PENSAMIENTO EN BLANCO
PENSAMIENTO EN BLANCO
(¿Nirvana criollo?)
Puse la mente en blanco. Fue tan grande el espacio vacío que inventé un Mundo sin mundo. Me senté sobre él en paz. No había tiempo, espacio ni sustancia en su interior. No había necesidad de pensar ni de Ser.
Al egresar de ese estado comprendí la facultad vital que oficia de herramienta para ser átomo, célula, individuo, universo y la nada al mismo tiempo.
Calaverita
(¿Nirvana criollo?)
Puse la mente en blanco. Fue tan grande el espacio vacío que inventé un Mundo sin mundo. Me senté sobre él en paz. No había tiempo, espacio ni sustancia en su interior. No había necesidad de pensar ni de Ser.
Al egresar de ese estado comprendí la facultad vital que oficia de herramienta para ser átomo, célula, individuo, universo y la nada al mismo tiempo.
Calaverita
30 mar 2011
LENGUADO, EL IGNORAU
LENGUADO, EL IGNORAU
(historia en la punta de la lengua)
Durante años la vi en la intersección de las dos avenidas, en Esquel. Primero cuando ambos ibamos a la escuela primaria y de tanto en tanto le regalaba un Bon o Bon en la calle, sin que supiera quien era yo.
En la secundaria, solía verla en los intercolegiales o en algun boliche los finde y le obsequiaba poesias robadas a grandes artistas, pero no tenia valor de pronunciar mi nombre.
Cada uno de sus cumpleaños, escribía frases de amor en el paredón en frente de su casa y le regalaba las flores màs lindas, pero jamás firmé las dedicatorias.
Luego, vinieron los tiempos donde el llamado de los estudios superiores nos depositaron en distintas ciudades universitarias de nuestro país, y aunque no la olvidé, no pude obsequiarle más pedacitos de mi admiracion y corazòn.
Hace unos dias, luego de casi 20 años, mientras caminaba por aquella vieja esquina donde se besan aun las avenidas, me crucè con ella.
Estaba hermosa, quizàs màs bella que en los años de la niñez y la adolescencia. Se detuvo frente a mi con una sonrisa hija de la sorpresa. Me mirò durante segundos que fueron minutos, sin decir una palabra. Yo, muy tímido como siempre, casi tartamudeando le pregunté si se acordaba de mi. Ella me dijo: "Ay ay, te tengo en la punta de la lengua".
Mirè su boca y, efectivamente, me vi en la punta de su lengua tratando de acariciarla y aun explicándole que estaba enamorado de ella.
Cuando de repente pronunció mi nombre con una sonrisa que la remontaba a sus alegrías de niña y me besó con una abrazo que aun lo llevo en mi. Me mira con los ojos llenos de lagrima y me dice: "Tantos años pensé en este momento para decirte que...", cuando una voz masculina la llama, torpemente y con desprecio, desde adentro de una quiniela. Ella desdibujò su sonrisa, bajò los ojos y me dijo que era su marido, se dio media vuelta sin decirme aquello que yo había esperado décadas.
Nunca más la volvi a ver. No he perdido las esperanzas.
Imagino o deseo imaginar que cada vez que ella estè con sus hijos, con sus amigas, y olvide un nombre, una fecha o cualquier cosa, seguramente dirá que lo tiene en la punta de la lengua y será ahi, justamente ahí, cuando me recordará.
Calaverita
(historia en la punta de la lengua)
Durante años la vi en la intersección de las dos avenidas, en Esquel. Primero cuando ambos ibamos a la escuela primaria y de tanto en tanto le regalaba un Bon o Bon en la calle, sin que supiera quien era yo.
En la secundaria, solía verla en los intercolegiales o en algun boliche los finde y le obsequiaba poesias robadas a grandes artistas, pero no tenia valor de pronunciar mi nombre.
Cada uno de sus cumpleaños, escribía frases de amor en el paredón en frente de su casa y le regalaba las flores màs lindas, pero jamás firmé las dedicatorias.
Luego, vinieron los tiempos donde el llamado de los estudios superiores nos depositaron en distintas ciudades universitarias de nuestro país, y aunque no la olvidé, no pude obsequiarle más pedacitos de mi admiracion y corazòn.
Hace unos dias, luego de casi 20 años, mientras caminaba por aquella vieja esquina donde se besan aun las avenidas, me crucè con ella.
Estaba hermosa, quizàs màs bella que en los años de la niñez y la adolescencia. Se detuvo frente a mi con una sonrisa hija de la sorpresa. Me mirò durante segundos que fueron minutos, sin decir una palabra. Yo, muy tímido como siempre, casi tartamudeando le pregunté si se acordaba de mi. Ella me dijo: "Ay ay, te tengo en la punta de la lengua".
Mirè su boca y, efectivamente, me vi en la punta de su lengua tratando de acariciarla y aun explicándole que estaba enamorado de ella.
Cuando de repente pronunció mi nombre con una sonrisa que la remontaba a sus alegrías de niña y me besó con una abrazo que aun lo llevo en mi. Me mira con los ojos llenos de lagrima y me dice: "Tantos años pensé en este momento para decirte que...", cuando una voz masculina la llama, torpemente y con desprecio, desde adentro de una quiniela. Ella desdibujò su sonrisa, bajò los ojos y me dijo que era su marido, se dio media vuelta sin decirme aquello que yo había esperado décadas.
Nunca más la volvi a ver. No he perdido las esperanzas.
Imagino o deseo imaginar que cada vez que ella estè con sus hijos, con sus amigas, y olvide un nombre, una fecha o cualquier cosa, seguramente dirá que lo tiene en la punta de la lengua y será ahi, justamente ahí, cuando me recordará.
Calaverita
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