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26 ago 2012
SOY UN CUBO DE RUBIK
SOY UN CUBO DE RUBIK
Soy como el cubo de Rubik, laberinto de mañas y caprichos, pero que te ama.
los cubitos amarillos, son las penas de tu olvido, que se acomodan en la espalda de las pupilas a masajear la pluma que tose tinta de melancolía cuando te ve pasar en pantuflas con pompón por la vereda de mis piropos de chocolate.
Los cubitos rojos, son las rosas que dejé en el balcón de tus soledades de princesa sin castillo ni zapatito que ajuste, pero que aun, en las noches de espinas de sal y limón, florecen besos de mejilla y labios atorrantes.
Soy como el cubo de Rubik, laberinto de mañas y caprichos, pero que te ama.
Los azules, dicen ser los grafittis que dejé colgado en las barbas del cielo con el seudónimo "Soytuyoydenadiemas".
Si te arrimas a los verdes, apreciarás que representan las canchas de fútbol donde dirimimos traiciones, celos y dos o tres berrinches caseros sin arqueros y con un arbitro ciego.
Uy, casi me olvidaba de los blancos, pero no se que significan.
Por supuesto, los cubitos naranjas, son traviesos, graciosos, simpáticos y escurridizos, pero cuando escuchan tu voz en la almohada, reciben un mensaje de texto de tus tetas o te escuchan decir "te quiero", se desarman en mil cubitos naranjas que se sonrojan de cachete en cachete.
Soy como el cubo de Rubik, laberinto de mañas y caprichos, pero que te ama.
Calaverita Mateos
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CACHUFLETA (Real Academia de la Lengua Esquelense)
CACHUFLETA
(Real Academia de la Lengua Esquelense)
Según los estudios del Lingüista, Sergio Clitor Isabio, el término "CACHUFLETA" proviene de los anglosajones. Específicamente de un conflicto marital entre Lord James Happy Bland y su esposa, la Reina Elizabeth Escot Flojer.
Cuentan que James estaba completamente enamorado de Elizabeth, pero cierto día la Reina lo encontró in fraganti con la Princesa turca, Ojalame Lamamara.
Más allá de las suplicas y ruegos de James, Elizabeth no reclinó su postura de abandonarlo, llamó un flete y puso todas las pertenencias de James en la calle con un pasaje en barco hasta las costas de Chubut. Cuando el flete llegó al castillo, la Reina, tomándose la entrepierna con una mano y señalando el coche con la otra lo miró y le dijo:
"CATCH YOUR FLETE"
Lord James Happy Bland, llegó a Chubut, atravesó la gran meseta y se instaló en el valle que hoy alberga a la ciudad de Esquel. James vivió durante años dedicado a la agricultura y la ganaderia, pero siempre muy triste. Jamas pudo aprender bien el español.
Los comentarios de los vecinos aludían a una frustrada historia de amor con una mujer de Inglaterra, una Reina. Problema de polleras decían los paisanos.
Se recuerda en Esquel que Don James lloraba por las noches mientras murmuraba a la luna una sola y repetitiva frase: "CATCH YOUR FLETE...CATCH YOUR FLETE...CATCH YOUR FLETE".
Los historiadores mas versados de Esquel leyeron en aquellas palabras una alusión al recuerdo melancólico de la entrepierna de su amada ex esposa, pero carentes del conocimiento y uso de un buen inglés, comprimieron y regionalizaron aquella frase como:
"CACHUFLETA"
Es por eso que las Abuelas de Esquel, cada vez que se refieren a sus partes y la de sus hijas y nietas, lo hacen con el respeto y la ternura de los que han sufrido por amor.
Así llega a nuestros días el término "CACHUFLETA"
Calaverita Mateos
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ESPERANZAS QUE NI CORTAN NI PINCHAN
ESPERANZAS QUE NI CORTAN NI PINCHAN
Sus besos regresan todos los días con el cargador completo. Gasté dos containers de lapices de colores con poemas de cotillón en las paredes de su barrio y, a pesar de regalarme dos noches de balcones con entrada libre y gratuita, sólo logré con ella reinventar el Kamasutra criollo en aquel sofá que maltratamos a mansalva.
Nos prometimos tomadas de mano, civil con arroz, cambios de pañales, amores eternos y berrinches de princesa por mi huracán de ropa volando por la casa al llegar del trabajo.
Pero aquí me ve, troesma, más solo que Nietzsche en la procesión a Luján.
A medida que crece la panza y se suicidan los pelos de la terraza, más la visitan mis calenturas que extrañan levantarle la pollera en la mesada de la cocina y mis ganas de atarla a la cama de mis bajos, medianos y altos instintos.
Me viste la bronca y el despecho cuando me doy cuenta que no está to bombachita colgada en la canilla del baño, y deseo tirarte todos los puñales afilados de mi corazón, pero rápidamente me interpongo entre ellos y tus pechos.
Asi, como un boludo champión olímpico, sigo rasguñando el frasco chico de mis esperanzas, para verte alguna mañana con la canilla libre de tus babas roncando en mi pecho que, a esta altura, guarda el estacionamiento a tu nombre.
Calaverita Mateos
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DEDOS Y ENGRANAJES
DEDOS Y ENGRANAJES
Todas las mañanas de domingo, Don Atilio Dotoievski se sienta en una vieja silla deshilachada en el jardín del geriátrico. En soledad, extiende sus arrugadas manos hacia el Este. Los rayos del sol se escurren por entre los dedos y besan los surcos de su rostro, de su barba.
Cada una de las yemas de sus dedos representa un planeta del sistema solar más el Sol y un cometa que divaga rumbos en el universo y jamás hemos visto.
Una vez, Don Atilio le dijo murmurando a su hija que ya murió que mientras movía las los dedos, movía estrategicamente los planetas y el Sol para confundir al gran cometa que, según los antiguos, en alguna noche de la historia colapsará contra nuestro planeta.
Los vecinos que pasan por la puerta del geriatrico se hacen los otarios. Lo saludan amablemente, pero ruegan que sus dedos nunca dejen de jugar.
Calaverita Mateos
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LAS RAYAS, UN SUEÑO...
LAS RAYAS, UN SUEÑO...
Hay dos luciérnagas vestidas con nubes y azúcar en cada una de las pupilas de un Tigre imaginado por un niño budista, que duerme en el costado transparente del sueño de un sueño que ya murió.
Ninguna de las dos luciérnagas sospecha que las pienso y, al escribir sobre ellas, el Tigre despierta y en ese volver a palpitar vigilia, la Cruz del Sur señala un punto en el cosmos. Es el ojo de una estrella que, entre parpadeo y parpadeo, imagina las rayas del Tigre iluminadas por las luciérnagas que vuelan desde la boca del niño budista hasta descansar en una hoja seca que desciende por el hilo de agua turbia al costado de un cordón de vereda en Trevelin.
Calaverita Mateos
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CON EL CULO PAL NORTE (decicado a Nuria Etchegno Simlesa y Nicolas Dell Elce)
CON EL CULO PAL NORTE (decicado a Nuria Etchegno Simlesa y Nicolas Dell Elce)
Tres lunas, tres senderos, en el lomo del corazón se ensanchan las magias mientras reculan y se sientan en el banco de suplente la razón y la lógica.
Un cordón de la céntrica vereda le pone el pecho a la escarcha que avanza, muerde hielo a hielo las esperanzas y frustraciones ciudadanos. Un vidrio grande como la constelación de las incertidumbres abanica las cuerdas vocales y el llanto del lúpulo va lubricando el camino por donde transitan simbologías.
Adentro, hay tangos fantasmagóricos que acompañan las danzas rituales paganas de las letras, los sonidos que la realzan y la tinta sin tinta que escribe en el aire o tal vez alguien ya supo trazarnos sin darnos cuentas.
De vez en cuando la sonrisa muestra sus mejores pilchas. Por ahí, la tensión mete codazos en las costillas abriéndose lugar para sentarse a nuestro lado, pero inmediatamente tomamos las riendas del asunto y elevamos las velas de una nave sin timón ni timonel. Dibuja calaveras la muerte empañando el vidrio buchón. Murmura la vida al oído dos o tres "estoy contigo" cuando necesitamos la toalla de los segundos arrojada desde el rincón.
Por suerte, aún, los símbolos nos pertenecen. Y con ellos, de a ratos, somos mágicos arquitectos de un universo en oferta y liquidación.
Falta un palenque que nos sostenga en un Esquel que está afuera. Ella es la primera en verlo como palpita nostalgias y torta fritas caseras. Entonces, sin despeinarse dice:
"Con el culo pal Norte"
Entonces respiramos aliviados. Esquel está adentro. El universo, también.
Calaverita Mateos
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LA LECHUSUEÑERA (Leyenda patagonica)
LA LECHUSUEÑERA (Leyenda patagonica)
Las garras amargas del escepticismo tiene su frontera en un punto de nuestro Pueblo. Nadie ha dudado jamás de la existencia de La Lechusueñera.
Los galeses se arrogan el mito. Los Mapuches dicen que sobrevuela su cosmovisión incluso antes de la llegada de los blancos a esta tierra.
Los ornitologos afirman que vive en la pared oriental de la buitrera. Los miembros del colegio de abogados de la ciudad ubican su nido en la araucaria más alta del cementerio. En cambio, el sindicato de canillitas jura tener fotos del nido que se encuentra en el tanque de agua en el techo de la fiambreria La Morocha. Eso si, todos coinciden en la importancia onírica de la exótica ave.
Todas las noches, La Lechusueñera, vuela por sobre los techos de Esquel olfateando las chimeneas ya que por estos orificios suelen evacuarse, por su propio peso especifico, los sueños de las mujeres cuyas historias hablan de los hombres que no pudieron conquistar por las miserables fronteras sociales o por la migración de aquellos a lejanos países.
También, por el orificio de las chimeneas, fluyen tristes sueños de los hombres que han enviudado sin haberles dicho en vida a sus esposas lo tanto que la amaban.
En las noches heladas, pero principalmente las de luna llena, la Lechusueñera huele las chimeneas absorviendo estos mapas oniricos de los corazones que salpican lagrimas. Luego, en vuelo silencioso, viaja hasta una vertiente que nace en lado bravo del cerro Nahuelpán. Una vez en el lugar, el ave sacude sus plumas de nieve y escarcha, para que los sueños y las penas caigan en el frío manantial.
Esta agua, al parecer, tiene la propiedad mística de articular las historias que otrora no se habían cruzado a pesar de la poca población de Esquel. Con su pico de granito y cuarzo, la Lechusueñera deja caer en la vertiente ramitas de retama y frutos de calafate. Entonces, espera, mientras el movimiento de los sueños se acomodan en loco juego debajo del agua.
Una vez que los casales oníricos han trabado lazos, la Lechusueñera bebe del manantial cristalino y emprende vuelo nuevamente. Desanda el vuelo emprendido en busca de aquellos sueños y, chimenea tras chimenea, va depositando gotitas de rocío por los agujeros según los designios del agua y el conglomerado de amor estructurado bajo las ordenes del Nahuelpan.
Acabo de escribir esto, pidiendo disculpas al lector ya que recién llego a casa, medio beodo, luego de una noche con amigos cansado de fatigar botellas, charlas de fútbol, polleras y revoluciones con cuchillos de plástico y pistolas con chasquibum. Y en la soledad de las esquelenses calles madrugadoras vi una señora mayor caminando en camisón de la mano de un hombre entrado en edad, vestido en pijama y pantuflas, que la miraba enamorado mientras la besaba bajo el neón de la Volta y Avear.
Al principio pensé en lo ridículo de la situación, pero al sentir en mi nuca el vuelo rasante de un ave que jamás había visto que volaba en dirección a la Buitrera. Entonces lo supe y sobrevino una ternura profunda.
La Lechusueñera regresaba a su nido luego de una jornada laboral de amor cumplida.
Calaverita Mateos
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CALAMIDADES PROVIDENCIALES
CALAMIDADES PROVIDENCIALES
Pegarle a la pata de la cama con el dedo del pie.
volcar sin querer el contenido de la azucarera.
que el pedal de la bicicicleta se zafe y darmelo en la pierna.
ir al cajero y que aun no esté el sueldo.
en los viajes larga distancia, la vieja que no para de hablar en el asiento de al lado.
la música que ponen los colectiveros en los viajes.
las viejas chotas embardunadas con cosmeticos, perfumes, olor a tabaco y alcohol que te hablan de cerca.
Las predicciones apocalipticas de algunos taxistas enojados con la vida.
Las putas falsas conversaciones en los ascensores con desconocidos.
Hacer una cola en el banco de 40 minutos y al llegar al cajero, te dicen, ese trámite es por la cola de al lado.
En el medio de la ducha, adobado de shampoo y jabón, se corta el agua.
la gente que te habla sin parar cuando recién te despertas.
Meter el zapato en un charco con barro y agua fria.
cortarse la mano con la alguna hoja de papel.
La chica que te gusta se muda de pueblo.
En una casa ajena, terminás de despedir amigos del interior y te das cuenta que no hay papel higiénico.
Calaverita Mateos
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DON ESTANISLAO SURCOVICH (Leyenda patagonica)
DON ESTANISLAO SURCOVICH (Leyenda patagonica)
Hijo de inmigrantes polacos que huyeron de la guerra. Estanislao Surcovich pasó toda su vida en Esquel y la región. No fue a la escuela, pero no me animo (animamos) a esbozar siquiera el termino analfabeto.
Trabajó como peón rural golondrina, carnicero, albañil y otros oficios que la memoria de los viejos alberga. Carece de documento alguno, hecho que dificulta el preciso establecimiento de su edad, aunque oscila entre los noventa y noventa y nueve años, aunque los ancianos de la ciudad no les tiembla el pulso de los labios para decir que sus años ya han pasado los ciento diez.
Callado, suave en sus movimientos, parte por su edad y también para no dañar la brisa patagonica. Estanislao Surcovich vive en un pequeño cuarto al fondo del galpón de acopio de lana. Los parroquianos, estancieros y vecinos le arriman alimentos y alguna botella de vino para que intente olvidar el olvido que no lo olvida a el.
Las señoras mas pacatas de Esquel ni se le arrimaban, por miedo, cierto asco, pero básicamente por la impresión que les causaba su rostro arado por el tiempo.
Cierta vez, la presidenta de la Sociedad Rural, tal vez lavando culpas propias o tributando beneficencia a su dios, le ofreció al viejo pagarle una cirugía estética para borrar las marcadas arrugas de su rostro. Ese fue el día en que Don Estanislao contó el origen cartográfico que adornan su rostro.
Contó el Viejo que a fines del siglo XIX, cuando era un niño, en una estancia grande de la meseta profunda conoció a una jovencita inglesa, hija de unos terratenientes foráneos cuya característica principal de estos era su absoluto ayuno de amabilidad para con los trabajadores del campo, hecho que erosionaba notablemente la amistad entre aquella y Estanislao.
Dicha amistad corrió el velo a un enorme amor entre los dos niños.
Una tarde de noviembre, sentados en una roca en una loma a los pies del Rio Chubut se juraron amor eterno con los neneos y un choike de testigo. El sello de aquel juramento fue rubricado con un beso suave como el agua del aljibe. Beso que los condenó ya que el padre de la niña que casualmente pasaba por allí observó el pecado, la ofensa a la estirpe.
La familia regresó a Londres o al menos eso le dijeron al pequeño Estanislao, quien le pidió a la cocinera de la estancia que iba a la escuela, le escribiera una carta a la niña donde le dijera que el iba a surcar todos los caminos del mundo, los continentes que lo habitan y las islas que respiran océanos hasta llegar a darle la mano nuevamente y vivir juntos el tiempo que les reste el reloj de los relojes.
La Señora, que escuchaba atentamente, lo supo cabalmente.
Toda la historia de su vida que el inconciente guardaba celosamente afloró en el reflejo de cada una de las arrugas de Don Estanislao. Vio ella en cada uno de los cauces del rostro viejo los caminos por Asia, las praderas de Norteamérica, los misteriosos montes africanos y las capitales de todo el mundo. No eran arrugas, eran los caminos del verdadero amor. Amor que quedó allí, en una loma y en un juramento de niños.
En un beso suave como el agua del aljibe, la Señora dejó deslizar una lagrima por su mejilla que desembocó en la ultima arruga de Estanislao. En el ultimo surco de amor. Se reconocieron. Un abrazo fue el ultimo suspiro de sus corazones.
La policía encontró los dos cuerpos juntos, abrazados, como cuidándose el uno al otro. El parte policial describe muertes a causa de paro cardíaco por vejez.
En Esquel sabemos que no existió muerte alguna, sino el comienzo del amor jurado.
Calaverita Mateos
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