CALLE PENA, BARQUITO CORAJE
(dedicado a mi Abuelo, por regalarme los libros y la risa)
En Esquel, en el Barrio Estación, cerca del tanque de agua de la Cooperativa, existe una calle. Mejor dicho, un pasaje sin nombre. Su extensión oscila entre los cien y los doscientos metros dependiendo de la temperatura ambiente.
El Pasaje tiene una inclinación, una pendiente que desemboca en una gran avenida. A los pies de los cordones constantemente circulan dos hilos de agua. Uno por cada cordón. El agua aparentemente es salada y no se debe a ninguna perdida ni desagote.
Las breves corrientes son en realidad, las lagrimas de los hijos y nietos que no alcanzaron a conocer o a despedir a sus padres y abuelos fallecidos.
En las tardes de sol o de lluvia, los niños de Esquel tienen permiso para subir solos hasta el barrio Estación, caminar hacia arriba el pasaje sin nombre. Una vez arriba, escriben una carta para el abuelo o padre que no tuvieron la gracia de conocer. Les cuentan los nombres de los compañeritos de escuela, las travesuras en los baldíos de sus respectivos barrios, los goles convertidos el fin de semana pasado y los primeros amores que nacen ya.
Con la misma construyen improvisados y simpáticos barquitos de papel y los depositan en los hilos de agua salada al borde de ambos cordones.
Los barquitos navegan hasta desembocar en la gran Avenida, cerca del tanque, y se pierden en alocado descenso sobre la superficie del río de lagrimas que pretenden hablar a los seres queridos que ya no están.
Gracias a esta calle, los niños de Esquel no lloran en vano.
Calaverita Mateos
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