CALAVERAS Y PRINCESAS INVADEN MI CORAZON

CALAVERAS Y PRINCESAS INVADEN MI CORAZON

El hombre mono salta de liana en liana desde los parlantes, alfombra roja de la bienvenida mas championa de los arrabales. Cuadros, esculturas y enanos que visten incansables abrazos, de esos que te enlazan a Saturno en pleno galope, un nido en la cima de aquella pared, y enredaderas de tres mundos que se trepan al vecino relojeando por las heridas de la ventana los primeros chapoteos de nuestras miradas en el charco de los mimos sinvergüenzas que ya despabilan. Un poltergeist celoso, bochinchero se rinde, libros edilicios en la mesita de luz dan la espalda a las sabanas que se elevan en viento blanco huracanado, abanican sutilmente caricias, besos y gritos mudos. Promesas silenciosas, ronquidos imperiales y almohadas de baba. Sol buchon que rasca la espalda y mates que evocan al más mejor de los champu extra brut, bolsillos del lenguaje con agujero e insolvencia de palabras que se apichonan ante la el Aleph de las miradas. En el Bar de los corazones cascoteados y solitarios los barbados con garfio y ojos detrás de los parches, mientras beben el añejo ron de las aventureros, no se arrugan ante el destino que fijan las pitonisas, sino que sueñan, lloran, rien, trazan con tinta sangre historias en papiros egipcios y babilónicos que, imaginan a un Calavera que navega en un cascaron de nuez que luego de atravesar el bravío mar de los enamorados, llegará a la cruz que señala la ubicación del tesoro, el cual atesora la mano de la Princesa que lo espera, luego de tantas leguas marinas, para decirle, lo estuve esperando desde que las arenas eran roca, es el tiempo nuestro, distinguido Capitan Calavera. Calaverita Mateos