Primero estuve todo un día en la cima del cerro la Cruz, mirando hacia arriba gritando: "Te amo mi Cielo, te amo mi Cielo!". Pero fui blanco de burlas por parte de lugareños y turistas que llegaban a sacar fotos a la ciudad, allá abajo.
Segundo día, seguí mirando hacia arriba gritando: "Te amo mi Cielo, te amo mi Cielo!". Fui objeto de curiosidad y señalado como una excentricidad desde abajo.
Tercer día, continué gritando aun con más fuerza hacia las alturas: "Te amo mi Cielo, te amo mi Cielo!". Pero las autoridades sanitarias, psicólogos y la fuerza publica me fueron a buscar y me encerraron en un hospicio psiquiátrico.
Cuarto dia: Por una ventanita pequeña en mi habitación blanca, seguí mirando el firmamento mientras gritaba: "Te amo mi Cielo, te amo mi Cielo!".
Sin encontrar la solución al problema, decidieron preguntarme qué me había trastornado tanto para no dejar de ver el cielo. Contesté: "Es el Amor, es mi Cielo", mientras le señalè un punto en la cúpula celeste. Entonces, los médicos, psicólogos, psiquiatras, curas y demás pobladores lo comprendieron perfectamente.
Ahí estaba ella, camuflada entre las nubes y el celeste profundo.
Hoy los vecinos suben al cerro la Cruz, me llevan de comer, de beber, me acompañan y conversan conmigo. Algunos se emocionan hasta las lagrimas cuando aun me ven señalar hacia arriba gritando:
"Te amo mi Cielo, te amo mi Cielo!"
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