22 sept 2012

PARAÍSO CHUCHERIA

PARAÍSO CHUCHERIA
He aquí la utilización cariñosa, tierna y honrando la contundencia de la injerencia que tienen los Amores viejos en nuestra cotidianidad. Me referiré con mucho respeto a los Amores que ya no comparten la misma vereda, exiliando de este relato a los pensares socarrones y de mal gusto. Mencionaremos a dichos Amores como CHUCHAS. Pido gancho a las Princesas que chusmeen de refilón la utilización de este término y me importan dos bledos y medio comino la opinión de los machos bravíos que no leen estas líneas por temor a dejar entrever la pollera que viste el dark side de sus biceps a base de bifes de anabólicos. Bien, regresemos a nuestras CHUCHAS. Aunque uno cinche sueños del futuro en pos de pescar una CHUCHA que nos salve de un mar de mediocridades, siempre, pero siempre, alguna CHUCHA regresa del pasado a devolvernos alguna pilcha olvidada o chantarnos el beso último que jamás pudimos darnos. Según las Tarotistas, las leedoras de la borra del fernet y los Ingenieros Civiles divorciados, estas CHUCHAS regresan para mortificar nuestra existencia horadando, supuestamente, nuestra tranquilidad periódica. Vuelven a "hacernos un trabajo". Los Psicólocos Lacanianos esgrimen detrás de sus pipas y lentes que sólo se trata de situaciones sentimentales aún no resueltas. En cambio, los Freudianos afirman que por cada CHUCHA hay un recuerdo de un pedo escapado en algún casamiento que busca filtrarse por el inconsciente en forma de CHUCHA. Sin desmerecer cada una de las hipótesis anteriores, advierto que todas estas honrosas disciplinas pretenden o intentan ahuyentar de nuestro presente todos los Amores pasados (CHUCHAS), que regresan fantasmales a soplarnos la nuca, por considerarlas inconvenientes a nuestro normal desenvolvimiento. Humildemente, les confieso que no deseo desprenderme de las CHUCHAS que vienen del pasado a galopar el corazón y el pensamiento. Más bien, agradezco a todas las CHUCHAS que me han enseñado las artes amatorias, las CHUCHAS que me han jurado fidelidad y a la vuelta de la esquina me engañaron con el Tornero, a las CHUCHAS que me abandonaron en una noche sin explicación alguna y a las CHUCHAS que abandoné con una espantosa jactancia de macho mamarracho. No quiero olvidar las CHUCHAS tiernas, las CHUCHAS charlatanas, las CHUCHAS timidas y las CHUCHAS que revolean el escote a los cuatro vientos. No, Señor Juez, no quiero que me liberen de esa condena (si es que efectivamente lo es), dejeme convivir con todas las CHUCHAS que me han hecho el que soy, ni mejor ni peor, pero me quiero así. No me alcanza la vida para homenajear a tantas CHUCHAS dignas que amé, me amaron y guardan esa instancia en los distritos oníricos. Borges imaginaba el Paraiso como una Biblioteca. No está mal, pero le juro que sueño un Paraíso con CHUCHAS. Si existe un más allá después de este más acá, deseo que sea Paraiso CHUCHERÍA. Calaverita Mateos (Esquel)

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