(breve historia de amor digital)
No me alcanzan los dedos de las manos y los pies para contar las veces que te recordé. Patente me acuerdo cuando te vi en aquel bar de mala muerte en la zona roja de la parte de atrás de la capital cordobesa, llamado "El Dedal".
Entre delincuentes, putas, faloperos y bohemios ayunos de obras, llorabas cubriéndote el rostro con los sutiles dedos que se obstinaban en ocultar las lagrimas.
Te señalè con el dedo indice para indicarle a mi amigo que al fin habia encontrado el Amor de mi vida.
Él, mi compañero, levantó el pulgar para asentir y corraborar la belleza que me había dejado inmóvil, pero turbulento.
Cuando, casi hipnotizado por una sirena, comencé a caminar hacia vos, Mujer, un grito grosero y envidioso intentó detener el momento que se inclinaba a detener el mundo. Mirè al orador hostil y levantando mi dedo mayor lo dejé fuera de la escena con un elegante "Fuck you".
Una vez a tu lado, levantaste tu mirada hacia mi. Acerqué suavemente mi dedo meñique y quité con un mimo las lagrimas que caían llena de secretos y penas.
No hubo palabras, solo tomé tu mano, desplegué el dedo anular mientras el mozo con un pingûino en la mano servia un tinto a unos jugadores de truco y con la otra me alcanzaba un anillo olvidado en el lugar por un borracho enamorado, y te dije si querías casarte conmigo.
Nos abrazamos, nos besamos y en el fragor de la noche, acompañados por el llanto y los aplausos de los parroquianos, nos deseamos Amor eterno, mientras una canción de la Mona Gimenez oficiaba de falso vals, "Dedo a dedo me enamoré de ti".
Calaverita
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