Me lo contó un Pajarito.
Ayer, a orillas del rio Gualjaina, una siesta fortachona me acostó con un knockout preciso.
Aun no se si fue desde el otro lado de la tranquera que divide la estancia onírica del campo de la realidad, o quizás fue un recuerdo lisergico que amamantó el inconsciente para que éste tomara coraje e intentara convencerme del posible dialogo del Hombre y la Naturaleza.
Comprendí desde ese extraño estado mental o espiritual, que la marcha sostenida del caudal inquieto del rio estaba en complicidad absoluta con el viento que se colaba con astucia entre las grietas de los neneos y de vez en cuando se dejaba cortar por un cardo vigilante de la estepa. Ambos, agua y aire en movimiento, emitían un sonido armónico (al menos yo lo percibía asi), que desplegaba cual despliegue coral de la vegetación, aire y tierra, unas melodias que son las melodías del Universo.
No me pareció tan extraño ver a mi cuerpo descansar en la arena. Hacer un esfuerzo para levantarlo era una tarea vana. Yo ya no era Yo, solo.
Supe casi como el suspiro de la lógica, que cada elemento, desde un grano de arena hasta el sol que parecía dirigir la batuta.
De repente, escuche una voz cerca. Muy cerca. Provenía desde la frontera del oido o tal vez desde el mismísimo interior, no lo supe al instante. Comprendía el mensaje, pero curiosamente éste no albergaba palabras, sino imágenes sensoriales claramente legibles.
Entonces, salté desde aquel paraje dominado por los sueños, hacia este lado. Me supe recostado en la arena a orillas del rio Gualjaina, tal como me habia dejado.
Abrí los ojos suavemente y la voz aquella que me murmuraba al oído, parecía ir alejándose al galope montada en el viento patagonico. No advertí la presencia de persona alguna ni en la corta ni en la lejana distancia. Pero si, debo reconocer, el vuelo de un ave pequeña (creo que un colibrí), que surfeaba el aire en linea recta desde mi lugar hasta posarse en la rama màs alta de un arbol seco que deseaba besar el rio.
El pajarito se sacudió un poco como aireando sus plumas. Parecía distenderse luego de haber realizado un trabajo. Aunque parezca extraño o juzguen este relato como proveniente de directivas alucinatorias, estoy convencido que el diminuto colibri fue quien me habló al oído mientras yo dormía.
Nuestros antepsados no nos explicaron bien el origen de la frase: "Me lo contó un pajarito", pero yo creo saberlo, hoy.
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